Acabo de salir del fisioterapeuta y estoy llegando a casa. Resulta que tengo escoliosis.
Eso es malo. No malo-malísimo porque la mayoría de gente tiene escoliosis y mal de muchos, consuelo berlanga. Pero bueno-buenísimo no es. Eso está claro. Sin embargo, no me puedo tomar demasiado en serio esto de la escoliosis porque, escoliosis es una palabra divertidísima la mires por donde la mires. Suena flexible y moldeable, como hecha de plastilina y por lo tanto tiene naturaleza juguetona. Además, funcionaría perfectamente como uno de esos captcha de dificultad media que te suponen un reto, pero no un gran reto. Por último, podría perfectamente ser prima-hermana de palabras claramente divertidas como serpentina, espiral o pirulí, y claro, así no hay quién se la tome en serio como palabra.
Mi fisioterapeuta me ha dicho que tengo que conseguir reforzar mi musculatura y hacer más ejercicio si quiero mejorar mi escoliosis. También me ha dicho que mantenga una postura adecuada cuando me siente a escribir. No le voy a mandar una foto de como estoy escribiendo esto. No lo haré.
Hace unos meses, cuando salió la piedra roseta de la literatura actual, el testimonio generacional que es 20 AÑOS, MALA EDAD (Edita Xabi Fernández bajo el sello Trance) mi amiga Haizea que al leer mi texto “Caso clínico XVII: pelotas de plástico en paciente con neumotórax” me dijo lo siguiente:
En ese momento, yo no le hice mucho caso a las observaciones de Haizea, igual que en este momento no le estoy haciendo mucho caso a mi fisioterapeuta con eso de sentarme bien. Para lo de ahora tengo la excusa perfecta: la palabra escoliosis me tiene atrapado y pegado a la pantalla para poder verla más de cerca, más grande, más brillante, más en negrita aún siendo cursiva. Pero para lo de Haizea no tengo excusa. No sé cómo no se me ocurrió antes. Las dos tienen razón. Mi fisioterapeuta y Haizea. Tengo que hacer ejercicio y me gusta mucho hablar sobre las palabras. No era tan difícil pensar lo que ahora estoy pensando.
Haré caso a la fisioterapeuta y me pondré a entrenar. Abriré un gimnasio. Haré caso también a Haizea y seguiré hablando de las palabras. Hablaré de lo divertida que es la palabra escoliosis. También haré caso a mi instinto y seguiré escribiendo. Crearé una newsletter. Quizá esta sea mi manera de tratar esta escoliosis - no la física, pero sí la vital – que es mi vida torcida e irregular.
Ejercitar la palabra, hipermuscular el cuento.
Gracias Fisioterapeuta. Gracias Haizea. Gracias instinto. Gracias a todas las palabras divertidas que me hacen querer seguir jugando al juego que es escribir. Nos leemos en el gimnasio. Seréis mis gymbro’s literarios.
Más esteroides y menos Goodreads, pesadas.
Os escribe,
Aitor